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  • Foto del escritorBelén

Pedir o no pedir perdón, esa es la cuestión


El 1 de abril de 2001, un avión espía estadounidense chocó con un caza chino sobre aguas del mar de la China Meridional. El piloto chino murió y el avión estadounidense tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia en la isla de Hainan. Yan Lianke cita el incidente en un disparatado pasaje de su novela Crónica de una explosión y Peter Hessler lo reconstruye en Oracle Bones, uno de esos libros sencillamente geniales sobre China, que he recomendado y regalado hasta el hartazgo.


Las versiones que Pekín y Washington ofrecieron de lo ocurrido difirieron, tal y como relató en su día Javier del Pino para El País (la noticia se puede consultar aquí). La historia es interesante, sobre todo si nos atrae el contexto de la relación bilateral entre China y Estados Unidos (un año antes, aviones estadounidenses habían bombardeado la embajada china en Belgrado), pero no tendría cabida en un blog como este de no ser por las vueltas diplomáticas en que desembocó el encontronazo y por cómo se estiró el lenguaje (y se tiró de traducción) para darle carpetazo al asunto.


Mientras las partes implicadas cruzaban acusaciones en una y otra dirección, China exigió una disculpa que tardaba en llegar. Por fin, el 11 de abril, el embajador estadounidense dirigió al Ministerio de Asuntos Exteriores chino una carta en la que lamentaba el incidente. El secretario de Estado Collin Powell bautizó la comunicación como la carta de los dos "perdones" (Letter of the two sorries).


La traducción a chino de la embajada vertía el primer perdón como 非常惋惜, y que podría entenderse como lamentamos mucho la pérdida (nos entristece); y el segundo como 非常抱歉 (lamentar, deplorar enormemente). El Ministerio de Exteriores chino, sin embargo, divulgó su propia traducción, en la que se podía leer 深表歉意 (presentar sus más sentidas disculpas). El caso es que después de que la carta se enviara, Colin Powell insistía en que los estadounidenses no se habían disculpado porque no tenían que hacerlo, mientras los medios chinos abrían con titulares de "Estados Unidos por fin se disculpa". En resumen, la interpretación y posterior traducción de los términos clave dio a cada cual la versión que necesitaba.


En chino (como en otras lenguas) la cortesía se codifica a partir de fórmulas que transcienden de lo que dictan sus enunciados verbales. Por este motivo, la cortesía es, en ocasiones, difícil de traducir, pues obliga a ir más allá de las palabras para buscar su sentido último (o su intencionalidad pragmática), pero el ejercicio puede ser complejo, sobre todo en ámbitos delicados, como lo es, sin duda, el de la diplomacia.


Cortesía, sentidos implícitos y traducción volvieron a ser noticia en noviembre de 2012, cuando un recién elegido secretario general del Partido Comunista chino compareció, por vez primera y con cierto retraso, ante los medios chinos y extranjeros congregados en el Gran Salón Oriental del Gran Palacio del Pueblo. En la retransmisión de la Televisión Central de China (CCTV), vimos a Xi Jinping entrar en la sala, posar ante las cámaras junto a los otros seis miembros del Comité Central, en estricto orden protocolario, y tomar a continuación la palabra tras el atril:


女士们,先生们,朋友们:大家好!让大家久等了。[...]


Sin solución de continuidad, oímos la voz del intérprete en consecutiva:


Ladies and gentlemen, friends: Good morning. Sorry to have kept you waiting.


(Señoras y señores, amigos: Buenos días. Siento haberles hecho esperar.)


Los medios de comunicación extranjeros, que a menudo se nutren de traducciones, se apresuraron a destacar la humildad del nuevo líder chino. El corresponsal de la BBC titulaba: Will China’s Xi Jinping be different? (¿Será la China de Xi Jinping diferente?), y destacaba que, en comparación con su antecesor Hu Jintao, el nuevo secretario general «sonreía, e incluso se disculpó por haber hecho esperar a la audiencia».


Pero, ¿se disculpó realmente Xi Jinping? En mi opinión, lo hizo, pero de una forma mucho más sutil de lo que la traducción del intérprete daba a entender. Cualquier traductor o intérprete de chino puede defender con argumentos solventes que la expresión china 让大家久等了 (literalmente, "les he hecho esperar") se puede —y en muchos casos se debe— traducir como "siento/lamento la espera", en la misma medida en que 辛苦了 (literalmente, "has trabajado duro") puede equivaler a un cortés y sencillo "muchas gracias". Al mismo tiempo, no obstante, tanto la disculpa en el primer ejemplo como el agradecimiento en el segundo son implícitos, y explicitarlos, aunque válido desde el punto de vista pragmático, puede poner de relieve matices no presentes ni intencionados en el texto o discurso original. Es posible que los traductores de la Academia de Traducción de China se hicieran cargo de la dificultad no aparente de traducir la frase en cuestión, y por eso optaron por obviar por completo esos seis inocuos caracteres en su versión inglesa del discurso.


¿Qué nos cuentan estas historias? En mi opinión, dos cosas: Que la traducción, lejos de ser rígida y unívoca, es un ejercicio que se presta a cierta manga ancha y que, como toda actividad humana, está cargada de intencionalidad.

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