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  • Foto del escritorBelén

La (no) identidad de los intérpretes

Actualizado: 14 ene 2021

En un pasaje de El americano impasible, de Graham Greene, su protagonista inglés, Thomas Fowler, asiste a una rueda de prensa ofrecida por un coronel francés. El coronel habla en su idioma y un subalterno lo traduce: "El coronel dice que el enemigo..."


Que un intérprete comience su intervención como "Fulanito dice que" lo delata, por lo general, como amateur. Los intérpretes profesionales suelen adoptar una identidad invisible y casi deshumanizada, paradigma último de humildad y, sobre todo, de neutralidad. Así, es muy probable que el intérprete del coronel francés, de haber tenido formación específica en traducción e interpretación, hubiera encarnado a su superior y hablado desde el punto de vista de aquel, creando el espejismo de que los asistentes a la rueda de prensa estaban escuchando no a un mediador, sino al propio orador. Un simulacro similar ocurre en la traducción literaria, en la que los lectores creen, sienten y esperan leer las palabras exactas del autor original.


Traductores e intérpretes realizan una labor imprescindible en la comunicación, en especial cuando se ven implicados idiomas a los que pocos tienen acceso dentro de una comunidad lingüística determinada, como puede ser el chino en el mundo hispanohablante. No obstante, aunque ineludible, esta labor sigue viéndose como un mal necesario, un trámite molesto por el que hay que pasar, a menudo sometido a todo tipo de suspicacias. En mi cabeza trastornada, el coronel de El americano impasible sigue con recelo la intervención de su intérprete, atento a algún desliz o muestra de incompetencia (¡el tan desgastado traductor/traidor!), aunque supongo que para esto habría tenido que haber aprendido antes inglés, y nada en el pasaje indica que dominara este idioma.


Del intérprete de la novela se nos dice que es un "subalterno". En este caso la palabra hace referencia a su gradación militar con respecto al coronel, pero nos sirve de cualquier modo para definir la posición secundaria y accesoria (si bien inevitable) del intérprete. No es casual que el intérprete desdoblado del bajorrelieve de la tumba de Haremhab sea la figura más pequeña de cuantas quedaron inmortalizadas en esta vetusta imagen (más aquí).



Relieve del intérprete, hallado en el mausoleo egipcio de Haremhab

Lo cierto es que el supuesto de invisibilidad facilita la comunicación pues, cuando no es observado, se pueden producir situaciones confusas. Recuerdo una presentación empresarial en Pekín en la que el empleado que hacía las veces de intérprete, un joven español con excelente nivel de chino, intercalaba explicaciones y comentarios propios en mitad de la exposición de la oradora, hasta que no hubo forma de discernir cuándo creaba y cuando recreaba; en qué momentos actuaba en calidad de intérprete y en qué otros por cuenta o, diríamos, con identidad propias.


En este ejercicio de doble lealtad hacia las partes que participan en la comunicación (y, en un sentido más amplio, hacia las dos lenguas con las que el intérprete desempeña su trabajo), también la neutralidad se puede ver comprometida cuando, no podemos negarlo, la ética profesional se ve supeditada a intereses concretos (por ejemplo, aunque no siempre, los de la parte que salda la cuenta del servicio prestado). En esto, por cierto, ya reparó Juan González de Mendoza, en su Historia del gran reino de la China (s. XVI), en la que se refirió así al sangley que, en calidad de intérprete, acompañó a Martín de Rada (1533-1578) en su primer viaje a aquel país: "Y porque no se agraviase el Sinsay [léase, el intérprete] y esto no fuese causa de hacer algún daño en lo que se pretendía, le dio también otra cadena de oro, que además de esto la merecía muy bien por haber sido siempre muy fiel amigo de los españoles".


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